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UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LA METEOROLOGÍA NÁUTICA

               Hoy día el conocimiento de datos climatológicos para la navegación ha evolucionado exponencialmente gracias a la información satelital y su presentación en  forma electrónica. Hubo otros tiempos no muy lejanos  en los que con la invención del telégrafo por Morse se dio un paso de gigantes y para los marinos, sesenta años después, con la telegrafía sin hilos desarrollada por Marconi, se consigue que la información del tiempo se conociera a bordo sin tener prácticamente en cuenta el factor tiempo; nace el concepto de “red meteorológica”. En la navegación de altura principalmente eran los Oficiales Radiotelegrafistas(Radioelectrónicos) los que proporcionaban esta información suministrada a través de las diferentes estaciones costeras con la que en muchas ocasiones, presentada por medio de claves numéricas, se procedía a confeccionar mapas de superficie o baranales y que nos servían para hacer un auténtico pronóstico del tiempo que nos íbamos a encontrar a lo largo de nuestras singladuras.




    Los chinos de las márgenes del río Huang He,hace más de 3000 años, pronosticaban la llegada de las estaciones gracias a la observación de las estrellas.

 Pero situemos la acción en otra época, cuando…  el hombre se hace a la mar y descubre que el viento incide de manera directa sobre las olas, que estas y el viento  hacen zozobrar las embarcaciones; que el cielo al oscurecerse, bien por las nubes, bien por el efecto de la noche, le oculta referencias para arrumbar, que la mar asciende y desciende puntualmente, que existen corrientes favorables y contrarias al avance de las naves … que todos estos fenómenos inciden de forma directa sobre el resultado de unas inciertas singladuras. Todos estos fenómenos y sus consecuencias los memoriza y le van sirviendo de referencia para sucesivas aventuras marítimas. Es posible que en un principio los administrase para su propio provecho, sin más trascendencia, pero más tarde debe sentir la necesidad de compartirlos y se produce el intercambio, cada cual describe sus experiencias y así se va conformando un conocimiento empírico que se ha de transmitir, enriquecido, a través de los tiempos. Es una especie de meteorología náutica incipiente sin el amparo del conocimiento científico pero que servirá de plataforma de lanzamiento para una incorporación más ilustrada a su centro medular. Es pura actividad de pioneros navegantes, los que se dejaron la piel y de los cuales se obtuvieron suculentas enseñanzas no siempre reconocidas por la historia y sin las cuales no hubiera existido la base que desembocaría en la Meteorología y Oceanografía modernas.



El conocimiento o no de las variables atmosféricas, sus manifestaciones, en el seno marítimo ha contribuido a que la aventura marítima, comercial o bélica, haya conseguido sus fines o haya desembocado en auténticos desastres que por su ingente cantidad es imposible enumerar. Y es en la misma historia donde se almacenan acontecimientos puntuales que se vieron influidos por la existencia o no de pronósticos, de interpretaciones certeras o erróneas de estas variables meteorológicas y que como resultado tuvieron sus consecuencias. Algunos los analizaremos posteriormente



 A lo largo de la historia el conocimiento del tiempo atmosférico ha sido un factor determinante para que la navegación adquiriese ciertas garantías de seguridad. La aportación popular de dichos, refranes y presagios produjo su efecto. La observación de este tiempo con todas sus variables fue lo que progresivamente dio forma a la meteorología empírica que contribuyó de forma decisiva a que la aventura marítima tuviese un escudo que la defendió de muchos desastres. Es incuestionable que el hombre que se aventuraba a salir a la mar tuviera sus miedos, sus temores de un incierto regreso, si existía la idea de un pronóstico previo solo servía para ir, después, el regreso de las largas singladuras dependía de la experiencia y los dioses.   Así surgen la superstición, los intereses particulares y las necesarias deidades mitológicas que en Grecia, Egipto, Roma… dominan el espectro celestial y de esta forma este navegante se encuentra amparado por una respuesta a una pregunta que no era capaz de solucionar, los acontecimientos atmosféricos se producían: tormentas y bonanzas, y eran los dioses los que los administraban. En la antigua Grecia, como afirma el científico logroñés Martín Municio:  “…mítica y lógica,  fantasía y  realidad se escindían sin desaparecer y se separan sin excluirse”. El mito, la ciencia, el misticismo y la leyenda se mezclan, se solapan y hasta se combinan. En la Grecia antigua el conocimiento de fenómenos atmosféricos mezclaba el conocimiento empírico con la astrología y  la mitología. En esta hay un auténtico manantial de derrotas que nos introduce de lleno en ese misterioso Olimpo en el que cada dios tiene su parcela y que administra a su gusto, a su capricho: Nereidas, oceánidas, sirenas, górgonas, tritones… y Zeus el dios supremo que domina la naturaleza y con solo sacudir su escudo podía desatar las peores tormentas, poder sobre los días, las estaciones, el movimiento del Sol y la Luna… Su hermano Poseidón el gran amo de los mares  y su hijo Tritón, mensajero de las profundidades marinas; el terrible Tifón (de ahí viene el nombre del huracán índico) que habiéndose unido a la ninfa Equidna procreó una tribu de monstruos generadores de tempestades, galernas trombas. De cualquier forma el verdadero dios del mar griego fue Ponto, hijo de Gea, diosa de la tierra… En Roma tampoco ha de faltar la corte celestial formada por Júpiter, provocador del diluvio, su hijo  Eolo para los vientos , Neptuno para los mares sobre los que cabalgaba en corcel blanco etc. etc. Adorados y temidos todos, en los que cualquier aproximación a un tratamiento racional proyectado hacia el conocimiento, aunque fuera empírico, estaba a años luz. Sin embargo también existía una auténtica tendencia picaresca entre los hombres de mar que, para proteger al gremio y sus rutas comerciales, creaban polifemos, hidras etc… monstruos  que inducían a sobrevalorar la gesta de la navegación:  El “Mar Tenebroso”, el Atlántico, con temporales, corrientes y abundantes naufragios; la influencia de la Columnas de Hércules, mitos, leyendas…Con todos estos ingredientes se desarrolla, se genera un oficio propio solo de grandes hombres, se decía. No obstante con el paso de los tiempos, y aunque el temor a estos dioses se mantuviera solapado, lo que el hombre que navega va aportando se va consagrando como una gran fuente de información. Si atracamos la nave mitológica, antes de la era cristiana  el pueblo babilónico, como se dice en los “Diarios Astronómicos” observó durante ocho siglos el cambio estacional e hizo predicciones basándose en observaciones planetarias . En el V a.d.C, Hipócrates escribe su “Tratado de climatología  médica”, en el siglo IV a.d.C. el bueno de Aristóteles se aproxima científicamente y nos regala su tratado  “Meteorológica” (de ahí procede el concepto “meteorología”) incluía teorías detalladas sobre la formación de la lluvia y otros fenómenos relacionados con el clima. Esta filosofía logra proyectarse hasta la misma entrada del Renacimiento con la aparición de la etapa instrumental y en la que, a pesar de todo, los astrólogos siguen aferrados a sus teorías. La física -filosófica aristotélica discriminaba perfectamente el cielo de la tierra, se basaba en la combinación de los cuatro elementos de la naturaleza: Tierra, agua, fuego y aire, con sus cuatro cualidades: calor, frío, sequedad y humedad. Afirmaba que a cada viento le acompañaba una fuerza y unas condiciones que los diferenciaba. Aristóteles especula pero no predice. En el I a.d.C, Virgilio en sus “Geórgicas” pronosticaba el tiempo de un día para otro. Séneca ( 1º d.d.C) menciona fenómenos meteorológicos en su “Cuestiones Naturales”. Plinio( 23-79 d.d.C) y su NATURALIS HISTORIA, Claudio Tolomeo ( muy importante su tratado de astronomía ALMAGESTO) y su TRETRABIBLOS. Teofrasto publica un libro sobre predicción del tiempo… Es decir que la inquietud por pronosticar el tiempo  y el conocimiento de las diferentes áreas marítimas adquiere carta de naturaleza, pero no hay que olvidar que la auténtica inquietud por los fenómenos de la naturaleza radicaba en las áreas terrestres (era localista) porque no era fácil pronosticar el tiempo en las zonas marítimas atravesadas únicamente por gente de mar y que,  como cito anteriormente, solía guardar para su propio provecho aunque posteriormente acabara compartiéndo cuando intereses superiores se imponían. No hay que olvidar que, por ejemplo, cuando Roma toma interés por la navegación por cuestiones comerciales y  hegemónicas, su interés era controlar el mar regularizando rutas en las dos áreas mediterráneas. Por tanto debía proteger esa navegación para garantizar el tráfico de mercancías. Es, precisamente, el Mediterráneo, cuna de la civilización occidental, por su situación y su especial orografía, un mar complicado por su constante ebullición climatológica,  el centro neurálgico del comercio y la actividad marítima, el que merece, para la época, el mejor conocimiento de sus variables hidrográficas y meteorológicas. Este mar rico en corrientes, vientos y temperaturas variables, reúne todos los ingredientes para generar una actividad climática que va a incidir de una forma definitiva en la manera de afrontar la aventura marítima. Se establecen épocas propicias para hacerse a la mar: Las conocidas Mare apertum y mare clausum. Apertum, cuando finaliza el invierno hasta el otoño, es decir cuando se considera que la mar está más calmada. Plinio define desde el 8 de Febrero, por mejorar el tiempo a partir de esa fecha: … la primavera, pues, abre los mares a los navegantes, a su inicio los favonios suavizan la atmosfera invernal cuando el Sol alcanza los 25º del Acuario, el día sexto de los idus de febrero. Esto vale también para todos los vientos que voy a exponer, aunque se anticipan un día durante cada bisiesto y vuelven a mantener su ritmo en lo que queda de lustro. Hay algunos que llaman al favonio, en torno al día 8 de las calendas de marzo, el quelidonias por la aparición de la golondrinas, otros en cambio, el ornitias que sopla desde setenta y un días antes del solsticio de invierno hasta nueve días después de la llegada de las aves. El favonio es de sentido opuesto al que denominamos subsolano…” Es decir, con la primavera llegaban los “favonios” de poniente que favorecía la navegación y la hacía más segura. Desde Sicilia a Alejandría se tardaban seis o siete días solamente, teniendo en cuenta que la velocidad la calculaban los pilotos amparándose en sus experiencias, en los vientos y las corrientes. En el 800 a.d.C. Hesiodo, combinando mitología y empirismo, anuncia los mejores momentos para hacerse a la mar en los 50 días que preceden a la caía de las Pléyades, o sea, desde finales de Julio a mediados de Septiembre. No obstante Lucio Apuleyo (II a.d.C.) menciona en su libro  el “ASNO DE ORO” que a principios de Marzo se hacía la ceremonia “NAVIGIUM ISIDIS” en la que, con un rito religioso, se inauguraba el comienzo de las navegaciones y que se podían prolongar hasta comienzos de Noviembre   En los Hechos de los Apóstoles se cita lo que San Pablo manifiesta cuando navegaba  desde Creta a Roma:” ...habíamos perdido un tiempo considerable; la navegación era ya peligrosa, porque había pasado el ayuno de  Septiembre. Amigos, preveo que la travesía va a ser desastrosa con gran peligro no sólo para la carga y el barco, sino también para nuestras personas…”. No era fácil planificar un viaje de ida y vuelta teniendo en cuenta que cuando existían condiciones favorables para la ida, estas no lo eran para el regreso. Esta duda también surgió en el viaje de Colón, pero el almirante la resolvió.



La ciencia, astronomía-astrología, contribuye a que a través de sus recovecos se vayan conformando criterios de predicciones meteorológicas. El Sol, los planetas, la Luna, son testigos y protagonistas para diseñar criterios sobre el tiempo. Colón llevó en su viaje información del judío Abraham Zacuto , que procedía de su TRATADO BREVE DE LOS INFLUJOS CELESTES, para ayudarse a predecir el tiempo y sus REGIMIENTOS para la navegación ( existe la anécdota de que en el cuarto viaje de Colón y después de haber sido capturados por los indios, gracias a unas tablas astronómicas de Zacuto, el almirante pudo predecir un eclipse lunar el 29 de Febrero de 1504, con ello consiguió asombrar a los captores que les regalaron la libertad). A lo largo de la historia surgen por doquier estudiosos que con sus conocimientos alumbraron la oscuridad en la que la meteorología, como saber científico, estaba sumida: Isidoro de Sevilla (570-636), Abrham Ibn Ezra (1092-1167) Leopoldo de Austria (1515-1557), Germán de Corintia (S.XII)…Curiosamente en el S.XVI se hizo un pronóstico de la llegada de ingente cantidad de lluvia que ocasionó tal pánico que la gente de refugió en las montañas. Así reza el pronóstico Stoffer: "En este año se sucederán posiciones planetarias muy relevantes. Durante el mes de febrero tendrán lugar veinte conjunciones pequeñas, medianas y grandes, y de éstas, dieciséis ocuparán los signos de Agua, concerniendo al mundo entero, climas, reinos, provincias, estados, dignatarios, animales y peces y una cierta mutación de todos los habitantes de la Tierra". Este pronóstico no se cumplió. La navegación a través del tiempo continúa hasta que se topa con la iglesia en la Edad Media y hasta el S. XVII cuando comienza la gestación de la Meteorología Científica  (de cualquier forma desde hacía mucho tiempo y durante siglos, cualquier intento por explicar los fenómenos atmosféricos atribuidos a procesos naturales estaba condenado, produciéndose graves enfrentamientos entre la tendencia científica y la religión). Es decir, se produjo, lamentablemente, un auténtico colapso en donde se turnaban los criterios filosóficos, astrológicos y populares para deducir o aportar ideas que fueran susceptibles de ser utilizados en beneficio popular. Un acontecimiento que ralentizó la evolución del conocimiento y la cultura , pero alimentó la superstición, fue la caída del Imperio Romano en 476 y la llegada de la llamada “Edad Oscura”,  pero cuatro siglos después ,con la llegada de la astronomía árabe, se empieza a recuperar, reiniciándose el proceso científico hasta que se llega a la Edad Media en la que  la predicción del tiempo “de accidentibus aeris” ( lo que después llegaría a ser la Meteorología) y con la ayuda de esta astronomía, llevarían a cabo los árabes. No obstante creo que la posición del hombre de mar debía de estar muy lejos de una relativa aproximación con relación a los avances científicos. El poder de la experiencia adquirida por generaciones marineras se superpondría a cualquier intento de una explicación basada en la teoría científica. En el s. XVI Alonso de Chaves y Pedro Medina con sus “ESPEJO DE NAVEGANTES” y “REGIMIENTO DE NAVEGACIÓN” respectivamente, describen las experiencias marítimas de comportamientos meteorológicos basados en función de las señales observadas en  el Sol, la Luna las estrellas, la niebla, el arco iris etc, etc. “Las estrellas a brillar, marineros a la mar”



Si en momentos cruciales de la historia marítima se hubiera tenido una buena información meteorológica, hubiera cambiado la historia global de muchas naciones: Jaime I el Conquistador no pudo prever la llegada de una borrasca antes de que sus naves se hicieran a la mar en su batalla contra el pirateo islamista en el archipiélago mallorquín. Una simple observación barométrica hubiera servido, al comprobar cómo en aquellos días la presión disminuía paulatinamente, para presagiar la llegada de una borrasca. Los dioses protegieron al rey y pudo superar con éxito la empresa: la conquista de Mallorca. Por no hablar del acontecer con nuestra Armada Invencible, la de Felipe II, la del Duque de Medina Sidonia. La falta de una previsión meteorológica propició, además de grandes errores tácticos y las vacilaciones del Duque con la dispersión de la flota en las costas gallegas, el desastre. Cristobal Colón desconocía por completo el régimen de vientos del Atlántico, escogió la peor época del año para aventurarse en un viaje de aquella magnitud. Cualquier marino de altura sabe que en los meses iniciales del gran viaje  es cuando se produce la formación de ciclones tropicales en la línea de convergencia intertropical (también es cierta la posibilidad de una más baja actividad de estos en aquella época a causa de que la temperatura  media del agua del mar fuera dos o tres grados inferior a la actual).  De cualquier forma todo el mundo está de acuerdo en que al Almirante le acompañó una suerte difícil de repetirse que de no haber existido, la historia del mundo hubiera tenido que ser narrada con otros parámetros, hubiera cambiado absolutamente. Luego, después del tercer viaje, pudo pronosticar la llegada de un ciclón, basándose en datos empíricos y astrológicos. Este ciclón destruyó veinte navíos de la flota de Ovando ,el enviado por la corte para investigar a Colón, que había caído en descrédito al parecer por mal gobierno; sustituía a Bobadilla , el cual había enviado encadenado al Almirante a España, acción reprobada por los reyes y como consecuencia fue sustituido). Ovando  había denegado permiso al Almirante para guarnecerse del posible temporal pero Colón ignoró la negativa refugiándose en lo que llamó Puerto Hermoso. 




Vemos por tanto cómo en este juego de empirismo y astrología se podían obtener datos para afrontar posibles situaciones generadoras de peligro. Otro dato significativo fue el descubrimiento de la circulación de los vientos en el anticiclón de las Azores, aunque de esto él no se daría cuenta. Así pudo regresar. Entre los años 1944 y 1945, en plena Guerra Mundial, EEUU tuvo que soportar una gran pérdida de buques y hombres a causa de los ciclones del Mar de la China .No podemos olvidar el papel que desempeño la predicción meteorológica en el día “D”, cuando el desembarco en las playas de Normandía, durante la II Guerra Mundia: una previsión en la que se discutió mucho, predicción que aún estaba en pañales para la importancia que aquella operación había de tener.



Sin lugar a dudas, y después de esta aproximación histórica, lo que sí es evidente es que nunca el hombre, en este caso de mar,  se ha desprendido del conocimiento empírico por muy cercano que estuviera del científico porque la meteorología como ciencia comienza en el Renacimiento y adquiere un gran desarrollo a partir del siglo XVI gracias a potenciación de nuevos instrumentos. Se podía decir que hubo una especie de simbiosis entre uno y otro porque ello llevaba implícito el principio de seguridad en la navegación. La observación de fenómenos naturales, la transmisión oral de ésta e interrelacionarlos con sus consecuencias generó la necesidad de llegar al pronóstico. Bien es cierto que las deidades de cada zona también aportaban su parte hasta bien entrada la Edad Media. Y es a partir del descubrimiento cuando las cosas se empiezan a ver de otra forma porque en occidente el único mar que había despertado pasiones fue  el Mediterráneo y el hombre de mar ya lo conocía suficientemente como para no arriesgarse en singladuras peligrosas.



Cuando se da el gran salto, al de los descubrimientos científicos, al de la fabricación de instrumentos medidores: el termómetro de Galileo, el barómetro de Torricelli, el de la incorporación de las ciencias al estudio de los fenómenos naturales, cuando se da este gran salto, la meteorología aplicada al mar también se enriquece porque nunca hasta entonces una meteorología marítima, náutica, había existido y ésta en realidad existió de forma definitiva cuando en el siglo XIX se desarrolla una gran actividad comercial, y la vela, aunque existiera el vapor pero de menor autonomía, resultaba más económica. Y, como anteriormente cito, la T.S.H. desempeña el papel más trascendental. En 1853 se celebra la primera Conferencia Meteorológica Internacional en Bruselas con la participación de marinos de diferentes países , entre los que no estaba España. Allí el norteamericano Mattheu Fontaine Maury sugirió que fuesen los marinos, mercantes y de guerra, los que deberían de participar en las observaciones meteorológicas, con medios apropiados. En 1911 aparecen los “Pilots Charts” de origen norteamericano. En 1905 en Innsbruk se plantea la posibilidad de utilizar la T.S.H. para transmitir información meteorológica. En 1907 el Comité Meteorológico Internacional propone la obligatoriedad  de que todos los buques que dispongan de TSH deberán realizar observaciones meteorológicas  y transmitirlas a las estaciones costeras y a los buques. Esta información se hacía en onda larga. En 1921 Francia hace la propuesta de situar  buques en posiciones fijas para informar del tiempo atmosférico en el Atlántico Norte . En 1923, y desde la Torre Eiffel, se hacen ensayos utilizando la onda corta con el buque escuela “Jacques Cartier” que fueron apoyados por la comunidad meteorológica internacional. En el verano de  1937 Francia sitúa un mercante, el “Carimaré” entre las Bermudas y las Azores para dar información meteorológica a los aviones que hacían la ruta entre este país y EEUU. La II Guerra Mundial obliga a los EEUU a situar buques meteorológicos estacionarios en el Atlántico para dar información a los transportes de tropas .



La máquina está en marcha, el hombre de mar no se va a sentir huérfano de información cuando se haga a la mar y esté navegando por ella. En 1950, en el seno de Naciones Unidas se crea la Organización Meteorológica Mundial que conllevaría el compromiso de cada nación de colaborar económicamente a la financiación de sus programas.




 Por tanto no debemos olvidar que marinos fueron los que entregaron al mundo un gran bagaje de experiencias y observaciones de vientos y corrientes y su distribución, así como su incidencia sobre la mar. A ellos debemos principalmente el despertar de esta ciencia, que algunos definen como arte, y que, como siempre, sin su acción pionera muchos naufragios no se hubieran podido evitar. Desde aquí mi respeto y mi homenaje.



Fuentes:
Pascual Blazquez. Dennis Wheeler. Lines Escardo. Miró Granada-Gelabert. Amestoy Alonso. Amestoy García. Izquierdo i Tugas

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